La estrechez de suministro eléctrico de nuestro país no sólo puede afectar el consumo domiciliario sino que, fundamentalmente, la tasa de desarrollo económico del país. Chile es un país privilegiado por la cantidad de energía hidroeléctrica que puede desarrollar; siendo éste el sistema considerado menos contaminante en todo el mundo. Sin embargo el Gobierno, al considerar a los ecologistas extremos que no lo aceptan pues las torres de transmisión atentan contra la contemplación del paisaje, y los embalses van a dejar a algunos privilegiados sin poder efectuar rafting, se está viendo obligado a aumentar el sistema de generación que más contamina de todos: el termoeléctrico, que, primordialmente usa carbón como combustible. El eólico y el solar todavía pueden solo hacer un aporte modesto y son altamente contaminantes visualmente. El nuclear tiene sus pro y sus contras y, de adoptarse, no solucionaría los problemas de mediano plazo.
Dado lo anterior el Gobierno debe ejercer su autoridad y autorizar, ya, las Centrales Hidroeléctricas de Aysén. De no ser así va a provocar un grave daño por omisión al país y sus ciudadanos; secuestrado por el nunca bien ponderado intruso de Douglas Tompkins y un puñado de extremistas intelectuales.
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