El caso del Presidente Piñera, y los resultados de las encuestas, es realmente digno de análisis. Cualquier gobernante anterior tendría una alta evaluación considerando, solamente, la excelente situación económica del país y el crecimiento del empleo; aunque ello no sea producto de acciones de gobierno sino que, fundamentalmente, del alto precio del cobre. A ello debería sumarse el efecto de los anuncios de reformas positivas en Educación y Vivienda más el mediático rescate de los mineros. No obstante está demostrado que las personas evalúan basándose más en percepciones que en realidades. Y aunque la realidad de los meses que lleva Piñera administrando es promisoria, la percepción, obviamente no lo es.
Ahora si vamos a las cualidades de Piñera nos encontramos con que es un hombre muy inteligente, trabajador, constante y de excelente memoria. ¿Donde falla? Muy simple: No posee, en absoluto, Inteligencia Emocional. Ella implica las habilidades de las cuales Piñera evidentemente carece: Liderazgo; Conocimiento de si mismo; Capacidad de motivar a sus colaboradores, relacionarse con sus pares y subordinados y saber escuchar; formar equipos y, fundamental, poseer empatía. En todas ellas Piñera falla pero la que no posee ni en la más mínima cantidad es la última: empatía. Por mucho que haga lo inimaginable para ser simpático no lo logra. Sus esfuerzos comunicacionales no logran que aparezca simpático. Más parece un mal payaso que se sobre expone y provoca molestia. Es, francamente, antipático. Y en este fallido intento, de pasada, pierde la prestancia que esperamos de un Jefe de Estado.
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