Nadie que me ubique duda que soy de derecha. Creo en la libertad, la igualdad de oportunidades como herramienta para terminar con la pobreza y la desigualdad, el derecho de propiedad para garantizar la primera y la asignación a los privados de las funciones productivas y al Estado las redistributivas; como bases de nuestro pensamiento. De estos principios derivan las políticas de mercado como asignador de recursos y precios y la apertura comercial al exterior. Al igual creo que nuestro ideario derechista, de base cristiana, nos obliga a vivir con austeridad.
Dicho eso paso a decir, con respecto a nuestra alarmante extrema pobreza, que me avergüenza la ética que domina nuestra cultura “chilensis” o “The Chilean Way”. No tenemos la más mínima solidaridad con el prójimo que convive día a día con nosotros y no conocemos la austeridad. Baste mirar las casas y autos que exhibimos frente a quienes pasan hambre. ¿Es cristiana tanta ostentación? ¿Sería muy perjudicial para el gerente que gana $ 15 millones mensuales cancelarle al personal doméstico algo más de $200 mil pesos al mes? ¿Y a las empresas de retail, que tanto exhiben sus utilidades, pagar algo más que el mínimo a sus cajeras? ¿Y a los supermercados que no cobren el pan bajo el costo quebrando a las pequeñas panaderías? ¿Y en vez de insultar a los que hacen cola para el Transantiago, con un grosero BMW o Mercedes Benz, conformarse con un Toyota? ¿Y al estudiante que nos empaqueta la mercadería en el supermercado entregarle mil pesos en vez de monedas? ¿Y en el restaurante donde pagamos abultadas cuentas dejar algo más del diez por ciento? ¿No creo que a los parlamentarios los vaya a dañar fijarse sueldos acordes con la realidad socioeconómica del país; en vez de $ 8 o 10 millones mensuales?
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